lunes, 8 de octubre de 2007

MI NIÑEZ


Nací un 20 de abril en los años 50s, dándole el culo a la luz del día a las tres de la tarde, en el lecho de una familia muy conservadora, hijo de una madre portentosa y un padre… ni hablemos.

Criado con una disciplina férrea en todos los sentidos, para mi mal, ya que siempre fui y seré rebelde. Educado inicialmente en el Colegio Calasanz, alumno súper destacado, pues organizaba las peleas en el bus. Estando muy pequeño, recuerdo que mi madre me dio un cheque de doce pesos para mi uniforme de educación física, el cual cambié en la tienda del colegio por caramelos de álbumes. Recuerdo que el tendero sacaba y sacaba bandejas de láminas y yo repartía a diestra y siniestra como si nada. Con el tiempo mi fama volaba de boca en boca y llego hasta los oídos de RP Andrés Ripol, cura benedictino muy querido y allegado a nuestra casa. Beatriz, le decía a mi madre, este muchacho hay que meterlo a los benedictinos para que coja talante y se enderece de una vez por todas. Y Beatriz, tan convencida, se dejo llevar por Ripol y Juan Diego fue a parar “BECADO” a los Benedictinos.

Acabose tranquilidad, me sentía en mi salsa: quebrada, caballos, canchas y primos para hacer un sin numero de embarradas. Aparecen dos primos míos con quien hoy todavía sostengo una firme amistad. Nacho Restrepo y Jorge A Restrepo alias “cocoliso”. Este último, me achaca “la grande” como uno de los aportes que le hice a su léxico.

Nacho, compañero de clase, se lucia conmigo en toda suerte de embarradas, tales como la muerte y entierro del RP Abad en lo años 60, gran cortejo fúnebre como se usaba en la época, encabezado por las dos únicas motos del transito, una de ellas manejadas por el famoso “Manolete”. Nacho sin dudarlo, en asocio mío, procede a reventar la guaya del freno de dicha moto sin que fuera visto. El que conozca el colegio de los benedictinos, sabe que está ubicado en un prolongada loma.

Al salir el cortejo, con toda la pompa del caso, Manolete rodó cual piedra por la loma, para ir a parar, afortunadamente sin lesiones al muro de lo que es hoy en día Acanto.
Manuel ovejo, así le decíamos a un profesor alvino, alma bendita del señor que se debe revolcar aún en la tumba, pues rellenábamos las tizas de fósforos y al empezar a escribir, le estallaban en sus dedos. Sin pasar a dar más detalles como los peos químicos que echábamos en clase y la boicoteada de la tarde deportiva o libre cuando llego el primer jet a Medellín.

Una tarde de las muchas de fines de semana que pasaba en la casa de Nacho, mi madre me llevo en un R4 modelo 65, lógicamente último modelo. No podía yo pasar inadvertido ante Nacho, le di encendido al Renault y haciendo gala de mi destreza, hundí a fondo el acelerador, la dirección estaba hacia la derecha y el carrito agarró como trompo de canuto a dar vueltas como loco por el jardín de aquella casa, derribando a su paso las rosas y varios arbustos del Dr. Juan Gonzalo. Al fin, luego de un sinnúmero de volteretas, un palo de guayabo logro detener aquel remolino.
Afortunadamente, para mi fortuna, el propietario, o sea mi padre, no se encontraba en Medellín y no se enteró de la fortuna que tuvo que pagar mi madre ($20. 000) para arreglar dicho vehículo.

Los domingos era el día sagrado en aquella casa de la Aguacatala, pues con todas las pompas del caso y la época, llegaba el abuelo, Dr. Gonzalo Restrepo Jaramillo y señora Enriqueta Londoño, para el rito del almuerzo. El comedor, una mesa como de 20 puestos, se engalanaba para el ritual que era atendido por dos muchachas del servicio con guantes blancos y pulcros uniformes, todo se presentaba en bandejas de plata, y el resultado era una bandeja paisa condimentada y elaborada con los mejores ingredientes.

Cierto domingo, que estábamos algo aburridos, decidimos en medio de dicho ritual armar un voleo de chorizos y arepas entre Nacho y yo, uno de los cuales cayó en la sopa o plato de frijoles del abuelo, causando estupor entre todos los comensales. La manga de la Aguacatala se quedo cortica para la carrera que tuvimos que pegar. Después de ese memorable in suceso, quedo terminantemente prohibida la entrada de Juan Diego a la Aguacatala.

1 comentario:

Jorge A Restrepo D. dijo...

Excelente tu blog mi querido primo. Tus historias me recuerdan gratos momentos de nuestra infancia ¡Felicitaciones!