jueves, 10 de septiembre de 2009

MAS SOBRE EL PADRE GUSTAVO

Después de tres días de incertidumbre, sin dormir más de una hora, pensando en qué podría estar sucediendo, rezando todas las oraciones que no pronunciaba en voz alta desde el día que estalló esa bomba que nos robó, a mí el hermano y a usted, padre, el entrañable amigo, recibo una llamada de Ana Mercedes pidiendo que escriba algo en nombre de mi familia acerca de usted.

Si alguien pudiera leer mi alma y la de mis hermanos no terminaría nunca de hablar de lo que significó para cada uno de nosotros su presencia. Siempre que pienso en usted la primera imagen que aparece en mi memoria es cuando llegaba a casa por las tardes y encontraba en el salón tres personas sentadas: Mi mamá, Ana Mercedes y usted, padre. Sentía envidia de la buena. Los tres hablaban al mismo tiempo, escribían, se corregían y se burlaban el uno del otro riendo toda la tarde. Uno de mis sueños siempre fue tener un grupo de amigos así. Tejas arriba, Calixto, eran el día a día de nuestra casa. Después al anochecer cenaba con nosotros. En la cabecera de la mesa decía una oración sencilla. Mientras rezaba pensaba que sus manos debían ser parecidas a las de los Ángeles. La conversación era siempre sabrosa y llena de anécdotas. Usted la mitad del tiempo reía sin parar ante los chistes de Ricky mientras mi mamá se consumía haciendo fuerza al otro lado de la mesa.

Recuerdo también su sencillez, esa cualidad que para mí solo tienen los hombres sabios. Mi familia siempre encontró en usted el consejero que escuchaba sin juzgar, que daba la mano sin criticar. Alguien muy parecido al Dios del que mi mamá siempre nos habló. Dulce y comprensivo. Que recibe todo aquel que quisiera acercarse a él como uno recibe a la gente que ama de verdad: A pesar de todo.

Usted era la persona más cercana a los dos grandes personajes de mi vida: Mi mamá y Ricardo, mi hermano. Comprendía y admiraba a ambos. Era el amigo y el cómplice de los dos. Mi mamá mucho mayor que usted, mujer llena de vida y con ansias infinitas de abrazar el mundo, Ricky mucho menor, con el deseo de vivir y de probarlo todo. Ellos encontraron en usted, padre, todo lo que busca una persona en el otro.

Nosotros, los seis que quedamos cuando ellos dos se fueron, veíamos en usted, padre, al papá, al hombre que sin saberlo deseas imitar. Al amigo. Cuando nos reuníamos con usted era como volver un poco a casa.

Se nos fue el padre, el amigo y una parte queridísima de nuestra historia. En la misa de Ricky, al ver el gentío, usted empezó diciendo: "Allá debe de estar Ricky diciendo "Eh ave maría padre! yo no sabía que a mí me querían tanto". Mañana, padre, en su misa estoy segura que usted va a decir las mismas palabras, "Ricky, hombre, te gané, no sabíamos que a mí me querían tanto" y los dos se van a abrazar sin parar de reír.

Buen viaje y buena mar de parte de todos los hijos de Beatriz.

* MARIA MERCEDES ECHAVARRIA, en Nombre De Su Familia

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