domingo, 9 de agosto de 2009

CARPIANO MESA

Tiene todos sus huesos torcidos, no en vano su madre no dudo ante la pila bautismal al ponerle Carpiano. Sus piernas cual alicate vagan de lado a lado buscando no verse entre ellas y sus zapatos por muy finos que sean, acaban como lengua de suegra chismosa en el infierno. En sus cincuenta y seis años de vida Carpiano va de barrio en barrio con su maletín ejecutivo de los años cincuentas, que le hace juego con su escasa cabellera castaña y su copiosa calva que refleja los alares de los tejados por donde transita Carpiano.
Vive nuestro personaje en una de las comunas orientales de Medellín y baja todos los días vestido de impecable pantalón de dril armada, color caqui y camisa verde o azul, de acuerdo al día y al mujer que le lava. Sale pues tipo cinco y treinta de la madrugada para llegar quien sabe a que horas al centro de la ciudad donde tiene su sede principal. Carabobo con Boyacá en los almacenes religiosos ,surte su maletín de cuanta medallita, camandulita, estampita y cuantas mas carajadas se imaginen ustedes. Ya, cargado sale de su oficina, haciéndoles una venia previa a las telodan, o niñas de la buena vida que se parquean en el sector a ofrecer sus atributos a los transeúntes de la zona. Se dirige con su andar patiflojo a coger el bus del barrio que fue elegido el día anterior con sumo cuidado para hacer su venta diaria. Pero antes, no puede faltar el frugal desayuno para batallar todo el día en los barrios , y haciendo uso de la ganancia del día anterior entra a un cafetín y pide un tinto y un pielroja. Ya lleno se monta al bus de castilla, no sin antes echarse la bendición y encomendársele a todos los santos que viajan en su maletín. Llega Carpianao al barrio y elije la esquina mas transitada para ofrecer su gran abanico de santos. Abre su maletín, vitrina y exhibidor y se sienta en una caja de tomates al lado mejor granero del barrio. A continuación saca un pedacito de tela de tul morada en la cual pone cuidadosamente las novenas ,medallas y estampas para ofrecer. Novenas, novenas, la ultima del padre Marianito, la San Antoñito, la medallita que salvo a Don Eladio, el rezo de la cruz de Mayo, en fin todo lo habido y por haber en mitos. Y no falta la señora que salga con tomates arepas y medallitas o novenas. Al medio día las tripas de Carpiano parecen cables retorcidos como sus piernas y entra al granero donde almuerza a la cartaroja con pan, sin perdonar el salchichón. Después de una larga digestión de diez minutos para el gran almuerzo, continua haciendo sus ofertas y cambiando el santo de moda. Esta ves San Antonio el que consigue novio pa las solteronas del barrio. Entre estampas y medallas cae la tarde y Carpiano también cae en un sopor por el calor y las exageradas ganancias del día día. Pide por ultimo otro tinto y se dirige a coger nuevamente el bus pal centro. Se gano mucho, quince mil pesos, debieron haber sido las plegarias a las animas del purgatorio que hiso en la mañana. Después de dos horas de divagar de bus en bus retorna a su casa, si sele puede llamar así, yo diría cambuche de tejas madera y cartón donde lo espera Ulpiano, un perrito de raza criolla o pastorbar, meneando la colita y mirando el paquetico de papel arrugado que Carpiano trae en la mano. Corra pa ya mijo, que esto es panela y metiéndose la mano al bolsillo saca como por arte de magia una tirita de tocino matecudo, el cual recibe Ulpiano con gran satisfacción.
Cae la noche y nuestros personajes, también caen a la cama, el uno con un cuarto de tocino mantecudo en su estomago y el otro con diez mil pesos que le quedaron del día y que son la esperanza para el otro día donde la rutina y el trabajo no van a cambiar.
Este es un homenaje a la gran mayoría de Carpianos Colombianos, luchadores que viven contra viento y marea y que todavía esperan algo de un gobierno que ya tiene fijado el aumento al salario mínimo de un jugoso 4 %.
Hasta cuando Dr Uribe?