lunes, 19 de mayo de 2008

LOS UNOS A LOS OTROS

HOMENAJE POSTUMO A RICARDO ANDRES ECHAVARRIA

Por
José Luis Echavarría Restrepo

A Ricardo, asesinado el 17 de mayo de 2001 en el Parque Lleras.

En el parque me encontré con esa extraña nube de pólvora y metralla, de despojos, de terror y de muerte. Buscándolo, lograba imaginarlo tal como siempre fue, con esa alegría suya casi endémica, con esa virtud, ya hoy en extinción, de amar y hacerse amar. Pretendía encontrarle en los escombros, me daba temor pisarlo. Empecé a enloquecerme por dentro; lo presentía arriba, en su patíbulo, mirándonos desde su nueva y distinta perspectiva. Tuve la sensación de mutarme por dentro, empezó a marcharse la tristeza y la remplazaron el odio, la rabia, y la impotencia. Fue cuando conocí esa sensación nueva que te llena de muerte la vida. Necesitaba verlo muerto para no soñarlo más vivo.

Me enteré entonces que estaba ya en manos de funcionarios oficiales, y que debía presentarme ante ellos, a que dijera que sí, que ese cuerpo frío y amorfo era él. Me preguntaron y les pregunté a ellos que si tenían sospechas, que me dijeran quién podía haber cometido semejante crimen. Trataron de explicármelo y me dijeron que podían haber sido aquellos para inculpar a los otros, o que tal vez los otros para que todos creyéramos que habían sido los demás, o que tal vez estos últimos para inculparlos a ellos, o que tal vez... Desde esa noche me propuse entenderlo y hoy públicamente voy a denunciarme y a denunciarlos, a todos, a ellos, a nosotros, a los funcionarios, a los verdaderos culpables del 17 de mayo, y de todas las fechas de esta guerra nuestra de todos los días.

Voy a narrarlo como lo siento hoy, después de haber escuchado múltiples versiones, leído todos los dictámenes, recibido condolencias, y de pensar todos los días, en esa forma ancestral de matarnos. Lo asesinamos nosotros, los que creemos ser felices en esta nueva y extraña sociedad, en la que todo está en venta.

Somos los creadores de este extraño mundo en el que remplazamos nuestros valores por unos nuevos y distintos que pretendemos mejores, y en el que además tenemos un nuevo modelo de Dios, mejor que el anterior, prefabricado por todos, por mí y por ustedes, sumiso Él a nosotros. De una u otra forma culpables, todos, los supuestos inocentes, por lucrarnos o permitírselo a los demás, por acción u omisión, por participar o por no hacerlo, por encubrir todo y a todos, por pretender juzgar, con esa potestad que creemos tener, de señalar culpables y dictar sentencias. De hablar tan poco de vida y tanto de muerte por desuso se largaron los valores. No sigamos pretendiendo sólo orar, en un mundo en el que parece que Dios se hubiera llenado de desprecio por nosotros.